PRIMERA MARCHA DE LAS DE LAS ANTORCHAS

La primera Marcha de las Antorchas, efectuada el 27 de enero de 1953, fue un elocuente homenaje de los jóvenes y el pueblo a José Martí, en el año de su centenario.
Nacía una tradición que llegaría hasta estos días, caracterizada por una gran carga emotiva, sentimientos patrióticos y revolucionarios de quienes la protagonizan año tras año.
La historia recoge que aquel día en el estadio universitario (hoy estadio Juan Abrahantes) se prepararon las rústicas antorchas con clavos cruzados, con las que los manifestantes se defenderían de la policía en caso de agresión.
Aquella marcha demostró el arrojo de los estudiantes; después del triunfo de la Revolución y hasta la fecha, generaciones de universitarios repiten el suceso la víspera del 28 de enero junto al pueblo de la capital cubana.
La marcha salió desde la escalinata de la Universidad de La Habana, donde todos se concentraron alzando un cartel que decía: “La sangre de los buenos no se derrama en vano, José Martí”.
Al frente iba el bloque de los estudiantes de la Federación Estudiantil Universitaria (Feu), seguido de las integrantes del Frente Cívico de Mujeres Martianas y a continuación los futuros asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, con el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, a la cabeza.
Al llegar a las canteras de San Lázaro, donde se encuentra hoy la Fragua Martiana, hizo uso de la palabra José Machado Rodríguez, Machadito. José Joaquín Peláez Canellada, Quino, en aquel entonces presidente de la Feu, quien cerró el acto diciendo: “Con esta marcha se da inicio al homenaje a José Martí”.
Los futuros moncadistas constituían un grupo numeroso e impactante por la cantidad de jóvenes perfectamente formados. Su disciplina era impecable. Todos comenzaron a corear: “¡Revolución!, ¡Revolución!” La marcha se convirtió en un torrente atronador que hizo vibrar la calle San Lázaro e impresionó al pueblo.
Esta vez los sentimientos hacia el más universal de los cubanos serán similares, no obstante el tiempo transcurrido.
Como un solo puño, la multitud, antorcha en alto, bajará los 88 escalones de la escalinata de la Universidad de La Habana y recorrerá con paso rápido la calle San Lázaro, donde tantas veces la juventud cubana enfrentó a los sicarios de la dictadura de Fulgencio Batista.
En pocos minutos llegarán a la Fragua Martiana, final del recorrido; una instalación que se alza en el sitio al que el régimen colonial enviaba a los cubanos acusados de infidencia: las canteras de San Lázaro, donde cumplió condena Martí con apenas 17 años de edad.
Allí los jóvenes de hoy ratificarán el compromiso que los une a la Revolución y jurarán, una vez más, defender las conquistas revolucionarias y ser fieles al legado de José Martí cumplido por Fidel Castro.